Repensando la economía: desde el lugar más incómodo
16 de Junio de 2025

Roberto Durán Fernández
Profesor-investigador
Casi una década atrás, empecé a enseñar microeconomía avanzada en el Tecnológico de Monterrey —una de las materias más exigentes del plan de estudios. Con mis estudiantes trabajábamos con herramientas potentes, modelos sofisticados, marcos formales. Pero algo faltaba. No había espacio para hablar de lo que no estaba en los libros: ¿Qué estamos modelando exactamente? ¿Qué estamos dejando fuera? ¿Qué visión del mundo estamos reproduciendo, sin darnos cuenta?
Esa inquietud nos llevó a combinar el rigor técnico con algo menos habitual: la lectura de los clásicos —Smith, Ricardo, Walras, Pigou, Robinson, Samuelson— y, sobre todo, la apertura a preguntas grandes. ¿Para qué sirve la economía? ¿Cómo influye en lo que valoramos? ¿Qué papel juegan la justicia, el medio ambiente o la dignidad humana en nuestras decisiones?
La pregunta que empezó a crecer en mí no fue si la economía estaba equivocada, sino si la estábamos usando de forma limitada. O más aún: si nos estábamos permitiendo pensar con ella de forma abierta, crítica y situada. No con miedo a equivocarnos, sino con la voluntad de entender más y mejor.
De ahí nació Repensar la Economía. Un libro que no es un manifiesto ni una ruptura, sino una invitación a revisar lo que damos por sentado. A mirar la economía no como un conjunto cerrado de respuestas, sino como una práctica viva, que debe estar en constante conversación con el mundo que busca comprender.
Ubicar este libro dentro del espectro político no es sencillo, ni debería serlo. En una época marcada por la polarización ideológica, pensar con cuidado —y desde dentro— puede ser el acto más subversivo.
Repensar la Economía no es de izquierda ni de derecha, ni pretende situarse cómodamente en un centro ingenuo. Su apuesta es más arriesgada: hablar desde una perspectiva crítica y deliberativa, que cuestiona tanto la arrogancia de la ortodoxia como la impaciencia de quienes buscan desmantelar todo.
Este libro puede incomodar al economista formado en el consenso, no porque ataque el cuerpo de conocimiento económico, sino porque pone en tela de juicio la manera en que los economistas nos apropiamos de ese conocimiento. Pero tampoco será cómodo para los críticos más radicales: aquí no hay rechazo al mercado, ni llamada a la revolución, sino una invitación a pensar mejor con las herramientas que ya tenemos —y a reconocer sus límites.
En ese gesto aparece lo que quizás sea la idea central del libro: el papel de la interpretación. Ese espacio intermedio que normalmente pasamos por alto, pero que siempre está ahí. Entre la teoría —sea neoclásica, institucional, conductual o crítica— y la acción política concreta, hay un paso que no es puramente técnico ni puramente ideológico: es un acto de juicio, contexto, valores y sensibilidad. Esa capa interpretativa es el puente inevitable entre lo que sabemos y lo que hacemos.
Durante mucho tiempo, se nos enseñó a separar la economía positiva (lo que es) de la normativa (lo que debería ser). Pero en la práctica, esa línea no se sostiene. Toda política económica, por técnica que sea, pasa por una mediación interpretativa: alguien traduce, juzga, prioriza, decide. Reconocer esa mediación no debilita a la economía. La humaniza. Y la vuelve más consciente de sus responsabilidades.
Este enfoque también reclama una nueva actitud profesional. No la del experto que dicta desde arriba, ni la del intelectual comprometido que grita desde fuera, sino la del economista que duda, que escucha, que interpreta y que actúa con humildad.
Sí, este libro propone algo distinto. Un tercer espacio. No solo entre lo positivo y lo normativo, sino entre el conocimiento y la acción: la praxis. Ese lugar donde entra el juicio, la biografía personal, el contexto; donde la técnica se encuentra con lo humano.
Es una idea que aprendí de uno de mis maestros, Don Javier Beristáin, quien fuera rector de mi alma mater, el ITAM. Esta idea de una tercera vía de la economía en realidad no viene de la periferia de la disciplina. Tal vez por eso mismo este libro tendrá recepciones distintas. Las escuelas de negocios pueden verlo como un llamado urgente a formar profesionales más conscientes. Las escuelas de gobierno quizás lo lean con interés, aunque con cautela, conscientes de su exigencia ética. Y algunos departamentos de economía, podrían mirarlo con reservas, en parte porque no encaja en el lenguaje de las certezas, ni en el molde de la verdad incuestionable.
Y está bien que así sea. Este libro está hecho para incomodar sin descalificar, para abrir una conversación urgente que a menudo no tiene espacio dentro del aula.
Al final, todo viaje es personal. Y este lo ha sido para mí. Escribí este libro no porque tenga las respuestas, sino porque las preguntas me siguen acompañando desde que decidí estudiar economía. Preguntas que volvieron con fuerza ante las crisis económicas que he vivido, los cambios políticos que han moldeado mi carrera, pero sobre todo la necesidad de comprender lo que está en juego en nuestras familias y empresas cuando hablamos de economía, de política y de bienestar.
Repensar la Economía no aspira tener la última palabra. Quiere abrir la primera pregunta. Y si eso incomoda, inquieta o hace pensar distinto, entonces ya ha cumplido su propósito.
Este libro es también un agradecimiento. A quienes han hecho posible este camino: a mis estudiantes, colegas y colaboradores. Al Tecnológico de Monterrey, mi casa durante la última década, que me ha dado libertad para pensar, enseñar y construir. Repensar la Economía es, en el fondo, una invitación a seguir en conversación —desde donde estemos y hacia donde vayamos. Porque las ideas, cuando se siembran con libertad, encuentran siempre nuevos caminos.
Repensando la economía: por un futuro próspero, justo y sostenible, escrito por Roberto Durán-Fernández, profesor del Tecnológico de Monterrey e investigador del Baker Institute for Public Policy. Publicado en coedición por Tirant lo Blanch y el Tecnológico de Monterrey.