ODS 2 Hambre Cero, ¿en dónde estamos?
25 de Octubre de 2023Carlos Brambila
Profesor-investigador
El Objetivo de Desarrollo Sostenible 2 (ODS), “Hambre Cero”, incluye cinco metas principales que son: para 2030: (1) Poner fin al hambre y asegurar el acceso de todas las personas a una alimentación sana, nutritiva y suficiente durante todo el año; (2) poner fin a todas las formas de malnutrición; (3) duplicar la productividad agrícola y los ingresos de los productores de alimentos en pequeña escala y (4) asegurar la sostenibilidad de los sistemas de producción de alimentos y aplicar prácticas agrícolas resilientes. Para 2020, (5) mantener la diversidad genética de las semillas, las plantas cultivadas y los animales de granja y domesticados.
El ODS 2 es importante porque el hambre y la desnutrición grave siguen siendo un obstáculo para el desarrollo sostenible y representa uno de los principales inicios de la trampa de pobreza en la que viven casi 800 millones de personas en el mundo. El hambre y la desnutrición hacen que las personas sean menos productivas y más propensas a sufrir enfermedades, lo que les impide generar ingresos suficientes y eventualmente lograr un nivel de vida decente. Se calcula que en el año 2050, 2,000 millones de personas estarán en esta situación, si no se realizan cambios radicales en el sistema agroalimentario mundial.
De acuerdo con último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, FIDA, OMS, PMA y UNICEF, 2022) en 2005 se calculaba una prevalencia de subalimentación de 12.3% de la población mundial (aproximadamente 805.5 millones).
Esta prevalencia se redujo a 8.6% (601.3 millones de personas) en 2010 y a 7.8% (571.6 millones de personas) en 2014. Sin embargo, a partir de 2015 la proporción de personas con subalimentación se mantuvo constante en 8.0% de la población mundial (618 millones de personas).
La prevalencia de la subalimentación se incrementó del 8,0% al 9.3% de 2019 a 2020 y creció a un ritmo más lento en 2021 hasta llegar al 9.8%. En 2021, padecían hambre entre 702 y 828 millones de personas. Esto quiere decir que la proporción de personas con subalimentación aumentó en unos 150 millones desde la irrupción de la pandemia de la COVID-19: 103 millones de personas adicionales entre 2019 y 2020 y 46 millones de personas más en 2021.
De acuerdo con el mismo consorcio (FAO et al, 2022), más de 670 millones de personas seguirán padeciendo hambre en 2030, es decir el 8% de la población mundial, igual que en 2015, cuando se estableció la Agenda 2030.
De acuerdo con el Programa Mundial de Alimentos (PMA), cerca de 85 millones de niñas y niños a nivel mundial dejaron de recibir alimentación escolar (CEPAL y UNESCO, 2020; GANESAN, 2020).
Gráfica 1. Prevalencia (porcentaje) y número de personas subalimentadas (millones). Nivel mundial 2005-2021*
Un análisis comparativo de la diferencias regionales muestra que en África, una de cada cinco personas (20.2% de la población) se enfrentaba al hambre en 2021, en comparación con el 9,1% en Asia, el 8,6% en América Latina y el Caribe, el 5,8% en Oceanía y menos del 2,5% en América septentrional y Europa.
Tras incrementarse entre 2019 y 2020 en África, América Latina y el Caribe y Asia, el hambre siguió aumentando en esas regiones en 2021, pero a un ritmo menor. En 2021, el hambre afectaba a 278 millones de personas en África, 56,5 millones en América Latina y el Caribe y 425 millones en Asia.
Gráfica 2. Porcentaje de población con inseguridad alimentaria grave e inseguridad moderada por regiones del mundo, 2016-2021.
Sobre los niveles de nutrición de los menores de cinco años en el mundo, las encuestas de nutrición y alimentación de la FAO calculan que en 2020, en todo el mundo el 22% de esta población padecía retraso de crecimiento, 6.7% emaciación (desnutrición aguda) y 5.7% sobrepeso. Los de las zonas rurales y los de los hogares más pobres, cuyas madres no habían recibido una educación formal, eran más vulnerables al retraso del crecimiento y emaciación. Los de las zonas urbanas y los hogares más ricos corrían mayor riesgo de padecer sobrepeso.
Un componente muy importante de la desnutrición de infantes es la lactancia materna, cuya tendencia ha mejorado desde 2010, pero requiere reforzar los esfuerzos para que sea una práctica universal. Se calcula que en el año 2012, el 37.1% de los lactantes menores de seis meses de edad en el mundo eran alimentados exclusivamente con leche materna. En el año 2020 esta proporción había aumentado a 43.8%, lo que es muy positivo; sin embargo, para alcanzar la meta universal en 2030 se deben reforzar las políticas de salud, en particular en poblaciones rurales, los hogares más pobres y las poblaciones con menores niveles de escolaridad. A 10 años de la meta establecida, menos de la mitad de la población mundial utilizan la lactancia exclusiva.
De acuerdo con la misma fuente (FAO et al., 2022) la proporción de mujeres entre 15 y 29 años de edad que sufría anemia se ha mantenido prácticamente constante entre 2012 y 2019, afectando aproximadamente el 30.0% de la población. El problema de salud y de derechos humanos es más exacerbado entre poblaciones rurales, hogares pobres y poblaciones que no han recibido una educación formal.
Existe una brecha de género en relación con la inseguridad alimentaria ya que una mayor proporción de mujeres padecen desnutrición y hambre, en comparación con hombres y niños. De acuerdo con la última información disponible en 2021, el 31.9% de las mujeres del mundo padecían inseguridad alimentaria moderada o grave, en comparación con el 27.6% de los hombres. Una investigación reciente (CSA, 2020) demuestra que esta brecha se amplió aún más entre 2020 y 2021 debido a la pandemia por coronavirus (COVID-19) y a crecientes desigualdades observadas en América Latina y el Caribe, así como países de Asia.
En resumen, a pesar de que se observaron avances importantes en la seguridad alimentaria y el combate al hambre entre 2005 y 2015, durante la segunda mitad de la década de 2010 se han observado retrocesos importantes que muestran que las políticas en diversas partes de mundo ya no están proporcionando beneficios marginales crecientes en el combate al hambre y la reducción de la inseguridad alimentaria y la malnutrición.
La transformación de los sistemas agroalimentarios ha enfrentado crecientes obstáculos económicos, fiscales y políticos en diversas regiones del mundo. Para alcanzar la meta de hambre cero en el futuro, es necesario examinar nuevamente las políticas de apoyo a la alimentación y los sistemas alimentarios.
Lo anterior es parcialmente el impacto de la pandemia que afectó no solamente la producción, sino las cadenas productivas agroalimentarias, la distribución y los precios y los mercados alimentarios. Es probable que el impacto calculado sea mayor, cuando exista información más reciente sobre los ingresos de personas y familias durante y después de la pandemia.
Otro factor actual que afecta a los mercados alimentarios es la guerra en Ucrania, uno de los principales productores de cereales y fertilizantes en el mundo. El conflicto bélico ha tenido un impacto, no solamente en los precios de los alimentos, sino en las cadenas de suministro y el acceso a alimentos básicos en el mundo.
El tercer factor que ha tenido un impacto en la seguridad alimentaria, la nutrición y el combate al hambre han sido los fenómenos climáticos extremos que son más frecuentes y graves, en particular sequías e inundaciones, especialmente en países de bajos ingresos. Países exportadores de alimentos como son Estados Unidos, Argentina, Brasil, han tenido en años recientes catástrofes ecológicas que limitan su producción agroalimentaria.
El cuarto factor relacionado con los retrocesos observados en el mundo y en México sobre el combate a la inseguridad alimentaria y al hambre, son las políticas relacionadas con los sistemas agroalimentarios nacionales.
En general, las políticas relacionadas con los sistemas agroalimentarios, incluyendo a México, están dirigidas a intervenir en los mercados alimentarios a través de subsidios fiscales a productores, comercio y consumidores. Las intervenciones en el comercio y los mercados, como los precios de garantía o los controles a los precios de mercado generan desincentivos a la producción, distribución y consumo de alimentos básicos. Estas políticas afectan la disponibilidad y acceso a alimentos básicos y una dieta sana entre las poblaciones más vulnerables.
CEPAL Y UNESCO. 2020. La educación en tiempos de pandemia del COVID-19, Chile, CEPAL. https://repositorio.cepal.org/handle/11362/45904.
Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CSA). 2020. Los efectos de la COVID-19 en la seguridad alimentaria y la nutrición: Elaboración de respuestas eficaces en materia de políticas para abordar la pandemia del hambre y la malnutrición. Documento temático del Grupo de expertos de alto nivel. https://www.fao.org/3/cb1000es/cb1000es.pdf
Grupo de Alto Nivel de Expertos en Seguridad Alimentaria y Nutrición (GANESAN). 2020. Los efectos de la COVID-19 en la seguridad alimentaria y la nutrición: la elaboración de respuestas eficaces en materia de políticas para abordar la pandemia del hambre y la malnutrición. Roma. https://doi.org/10.4060/cb1000es
FAO, FIDA, OMS, PMA y UNICEF. 2022. Versión resumida de El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2022. Adaptación de las políticas alimentarias y agrícolas para hacer las dietas saludables más asequibles. Roma, FAO. https://doi.org/10.4060/cc0640es